LA CASA DEL MAMUT
Cuando el Mamut cuidaba
el Hogar de la Humanidad,
dando vueltas al cabrestante
para levar las anclas
de su espíritu,
el agua
asignada por Dios
para el sostén
de todo lo existente,
tenía la voz de un niño
que se sabe amado
y el fervor de un sabio
que ha transcurrido la vida
creando pactos de esperanza.
Por eso su Casa,
su hospicio
en el que predominaban
sus cuernos inmortales,
era el recinto venerable
del agua y la nubada,
de los luceros que alumbraban
incondicionalmente
la techumbre.
Todos los elementos le hablaban
al aire de la tundra
y el cuesco mismo
le susurraba cómo debía actuar
al oscurecer y en lontananza.
Nada desalentaba
a la Eternidad
ni le ponía objeciones
al viento
que caido de la proa a sotavento
acariciaba el tormentín.
A la Casa del Mamut
llegava Dios
para conversar
con las guirnaldas
y el mismo Cielo alentaba
a las caléndulas
y le daba de ve en cuando a todo
vuelta de campana.
Pero ambién en la vuelta encontrada
de su instinto
gemía como un violín el Ártico que aullaba.
Distinto era el tejeymaneje y la osadía
del aire
que acariciaba la panza
de los cerros, el ventre lleno de escarcha
de sus avenidas
y también dferente
la correntía del arroyo
que en la angostura no sabía qué hacer
cuando la montaña con su alud
gemía.
El Castillo del Mamut
era el Ministerio del abrazo
y de la alcurnia
(el propio mastodonte
tenía en las laderas
de su confín
el linaje del rayo.
No de la malandanza)
Animales,
plantas y microorganismos
instituyeron con un pacto natural
salido del aliento poderoso
de la Tierra, que la Casa de la Humanidad
tenía que resp.
TRe cuartas partes
fueron bordadas por Dios
en el 7% del Planeta,
con filamentos de agua
- desde el cabo grueso
que se da en ayuda a los obenques -
como el soporte más importante
para el desarrollo de la vida.
(Para entalingar anclas
o rezones
y hacer firme
el cabo a una percha).
El agua que llegaba al mar,
encapillado se recipitaba
sobre la maraña
para enamorar a las gaviotas
y en el matorral de los pregones
- desde la línea de flotación
hasta los bordes -
abortaba, sin presumir,
la malquerencia.
En el tiempo del Mamut,
aún el egoismo
del depredador
no había tapiado
el corazón de la montaña:
cazadores y nómades acampaban
cerca de fuentes naturales
de agua fresca
y la contaminación no pegonaba su osadía.
En el reflector del radar
del Mamut
no había lengua de tierra
que internada en el mar
confesara sus emores
al quebranto.
En el quechemarín de dos palos
con velas al tercio
no naufragaban
las quijadas
y la pulgada era aún
una unidad de lngitud
sin equivalencia.
Más allá
de la cernida ardiente
estaba el Mamut en novilunio,
con su compás de mano
en el nadir y el cenit
para marcarle el horizonte
a los piratas.
Por eso
en la polea de todos los herrajes
cantaban con vocinglería
las roldanas
y varaban en barro o en arena
a velocidad crítica
los nudos de pescador
y las estampas.
Cuando borneaba el viento
que se ponía más a popa
el fornido anmal cortaba el agua
con su trompa
y en el poniente, cerca de las dársenas,
se escuchaba el tremolar
de las guitarras.
Cuando las aldeas agrícolas
se transformaron
- y ya había necesidad
de izar las velas
hasta poner tirantes
las relingas de caída -
el barco del Mamut
que navegaba por estima
entró en pánico
y un dolor irreversible
en el corazón del tiempo
pululó en las fontanas.
En el mosquetón usado para navegar
el foque y la muleta,
navegó la extrañeza
y aqunque siempre fue el centinela
de esa fortaleza,
algo empezó a cambiar
en la Casa del carpintero,
-en el repunte de la marea
reventaron las cornisas -
y en el fragor de la ría
flamearon las banderas
más crepusculares.
Como si una guerra
en la resaca
de todos los turbiones
se hubiera declarado;
y en la maroma, se mareó de desazón
el cáñamo en la borrasca
y amarinó de olas tormentosas
su progenie.
Sobre el tajamar y el marchapié
se izaron verticales los mástiles
del absurdo
y desató en las portaviandas la ignominia.
La manga máxima del Mamut
crujió como meridiano magnético
en la anchura
y en los escaparates se desbandó
la huida.
EL HOGAR DE LA OPORTUNIDAD Y DE LA VIDA
(DEL POEMARIO "LA CASA DEL MAMUT",DE CARLOS GARRIDO CHALÉN)
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